Navegando hoy por la red y curioseando un poco me he encontrado con este artículo en el ABCD que me parece bastante interesante. Trata sobre el fenómeno de los libros digitales (e-books) dejando en un segundo lugar al libro en papel de toda la vida. ¿Qué opináis vosotros? yo personalmente donde esté un libro en papel que se quite todo lo demás, me gusta sentirlo entre mis manos, ojearlo, ir pasando las páginas y sobre todo me encanta cuando huelen a nuevo.....jejjeje
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10 de enero de 2010 - número: 931 (ABCD las artes y las letras)
¿TEME LA LITERATURA AL LOBO DIGITAL?
Por Alfonso Armada
¿Teme la literatura al lobo digital? ¿Es un lobo filantrópico, lascivo, prodigioso? ¿Es un lobo? La biblioteca virtual Miguel de Cervantes (http:www.cervantesvirtual.com/portal/literaturaelectronica/) ha inaugurado un espacio para la ciberliteratura. El libro digital (e-book) ha venido para quedarse: Dan Brown está vendiendo a través de amazon.com 120 copias electrónicas de El símbolo perdido por cada 100 en papel. La próxima primavera, tres grandes editoriales españolas, Planeta, Random House Mondadori y Santillana, pondrán al alcance de los lectores, a través de una plataforma digital conjunta, entre 5.000 y 7.000 títulos. Y la nueva tableta multimedia de Apple promete en marzo revolucionar el mercado, como antes hicieron el iPod y el iPhone. No es que la máquina de escribir sea un objeto de museo, sino que procesadores de textos como word se van quedando obsoletos frente a gratuitos como googledocs, por no hablar de softwares para escritores como el disco duro virtual iwriteassistant.com, o programas también de acceso libre para gestionar novelas o guiones cinematográficos, como http:www.spacejock.com/yWriter.html. El ordenador no va a resolver los dilemas de la creación, ni va a fabricar automáticamente obras maestras. ¿El soporte es lo de menos? Algunos piensan que al ser internet una herramienta que multiplica el contenido del mundo y que está en su infancia, tal vez nos obligue a repensar lo que sabíamos sobre el misterio de la creación. Hemos planteado diez preguntas a nueve autores sobre la relevancia de la literatura en la era digital.
1. ¿Cree que el mundo digital va a alterar o ha alterado ya su forma de contar?
2. ¿Se puede seguir escribiendo novelas como si internet no existiera?
4. ¿Le parece enriquecedor escribir con enlaces y desarrollos en fotos, vídeos y sonido?
5. ¿Cree que es posible multiplicar el impacto y el efecto sinestesia haciendo de la novela una obra multimedia?
6. ¿Qué piensa de los libros electrónicos? ¿Ya tiene algún libro en ese soporte, o está en puertas?
7. ¿Le gustaría que su próxima obra se publicara simultáneamente en papel y en la red?
8. ¿Está dispuesto a servirse de implantes o sustancias que potencien su capacidad intelectual y la memoria?
9. ¿Estaría dispuesto a dejar que el lector intervenga en la obra hasta el punto de convertirse en co-autor?
10. ¿Qué le parece la idea de un mercado editorial sin editor ni distribuidor, en que el autor tenga contacto directo con el librero (virtual), único intermediario entre autor-lector?
Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968: http:bit.ly/7V3YEP), director literario de la editorial Periférica y autor de novelas como Ninguna necesidad (Premio Ojo Crítico de RNE), tiene correo electrónico desde que estuvo disponible en España, y buena parte de su trabajo lo saca adelante gracias a internet: «Cada vez más he volcado parte de la difusión de Periférica en mi página de Facebook».
1. No creo que lo altere sustancialmente; de hecho, algunos fenómenos actuales de «contar» con links, etcétera, nos parecerán algún día tan obsoletos como algunas «fórmulas» de las primeras vanguardias.
2. Sí, por qué no. Igual que uno puede escribir como si no existieran las grandes ciudades o el mundo ya hubiera pasado el Apocalipsis. El escritor tiene la posibilidad de elegir qué, cómo y cuándo narrar.
3. Creo que las palabras actuales no son más potentes que las de la Grecia de los grandes dramaturgos o que las de la Inglaterra de Shakespeare. Pero tampoco menos potentes.
4. Depende del talento de cada autor. De todos modos, considero un reto escribir sobre las imágenes y los sonidos sin incluir ninguno de éstos. Eso traté de hacer en Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, donde se hablaba mucho de fotografía sin incluir una sola foto.
6. Acabo de comprar un libro electrónico, y muy pronto tres de los libros que he escrito pasarán a ese soporte. Y uno de mis primeros libros, Nevada, que era de poemas, apareció en versión digital hace siglos, cuando se puso en marcha el primer canal de este tipo en España. Lo hizo una editorial y revista muy interesante que al poco quebró (novalibro.com).
7. Eso sucederá en la primavera de 2010: mi siguiente libro, Antecentes, aparecerá a la vez en papel y digital.
8. No, pero seguro que escribimos sobre esto algún día. Suena muy Asimov.
9. He tratado de hacer eso en cada libro que he escrito «dejándole» espacios, no dándole todo el trabajo hecho, todos los pensamientos ya regurgitados: creo en el lector-colaborador, sí, a todos los niveles: en lo formal y respecto al contenido, pero eso puede hacerse también, por supuesto, simplemente con palabras. Subrayaría ese «simplemente», porque las palabras son mucho.
10. La figura del editor no desaparecerá: alguien debe revisar, corregir, editar los libros, aunque sea para leerlos en una pantalla. Y quizá el distribuidor sea al mismo tiempo librero. No creo que desaparezcan todas las librerías «convencionales»: el vinilo ha vuelto, y eso nos ha enseñado algo: hay medios de difusión de las artes difícilmente superables: sobre todo los que no quedan obsoletos.
GABRIELA WIENER (Lima, 1975: http:bit.ly/4KpLaS, autora del libro de reportajes Sexografías y de la novela Nueve lunas, redactora de la web Factual) dice que su relación con internet es «esclavizante»: «Trabajo todo el día en internet y cuando llego a casa me vuelvo a conectar para chatear o contestar mails o entrevistas. Uso Google hasta para respirar, leo la prensa en internet, uso redes como Facebook, mal llevo seis blogs, subo fotos, miro el email cada cinco minutos. Creo que no tengo una relación tan romántica, oportunista y enfermiza con nada de este mundo, salvo quizá con mi marido».
1. Es una pregunta de la década pasada. Hoy no hay nada más literario que el mundo digital. Los que escriben mal, los que escriben poco, los que no pueden escribir una novela, han inventado la forma de contar en internet. Para ellos solo queda hacer blogs o escribir literatura postmoderna. Internet es el refugio de los negados para el virtuosismo literario. Me gustaría incluirme.
2. Claro que sí, mientras esas novelas se lean seguirán escribiéndose, pero a mí no sé si me interesa leer la novela de un ermitaño que no sabe que existe Google.
3. La capacidad evocadora es lo que se ha expandido, la capacidad evocadora es sonora y visual.
4. Me parece muy divertido leer con links, etc., así que me parece bien que la gente escriba así. Yo lo hago cuando tengo tiempo, pero no es lo habitual. Sí es verdad que desde ya hace algunos años echo de menos los links en los libros. Es algo que tenemos ya interiorizado, muchos autores nos dejan pistas, links, que luego veremos si seguimos o no. La literatura es esencialmente interactiva.
5. Sí, por supuesto, la novela siempre lo ha permitido todo, incluso el cuerpo del escritor y su pánfila vida me parecen medios que continúan, en parte, la obra.
6. Se vendieron más kindles que libros en EE.UU. en Navidad. La gente delira por los gadgets y yo también. Creo que es una solución inevitable al abarrotamiento editorial a todo nivel. Yo no tengo ningún libro aún en ese soporte, pero le aseguro que mi e-reader no pasa de este año.
7. Dependerá de si se lo montan bien los editores, como ya ocurre en otros sitios. Soy finalmente una provocadora conservadora que vino a España a triunfar. Aunque últimamente la idea de ser descargada me está seduciendo cada vez más.
8. Sin lugar a dudas. Me encantan las drogas, y más si son permanentes y no me van a matar ni a volver subnormal a la larga. Si ya se pueden comprar, dígame dónde.
9. Nunca he dejado de considerar al lector un co-autor. Es decir, alguien que completa la obra, pero más según lo que dice la teoría de la recepción. Si me pregunta por obras «en marcha» o por una intervención directa de varios autores en la escritura, es algo que entiendo y disfruto, pero personalmente prefiero el binomio autor-lector, a secas.
10. Me parece inminente para dejar el tema de piratas y corsarios. Está pasando con la música, pasará con las películas y con los libros. Hay que agilizar los canales de producción y distribución, hacer que lleguen los contenidos y que esto se dé con los mayores beneficios para los autores y consumidores. Todos tendremos que mutar, incluso el editor. No creo que éste sea una parte desechable del circuito, más aún en un posible mercado liberado como el que comentamos; tiene el papel de orientar al lector, de proponer criterios de calidad de los que los lectores se pueden fiar.
Álvaro Ardévol (Barcelona, 1958: www.alvaroardevol.org) es un explorador de las nuevas tecnologías. Su relación con internet ha variado a lo largo de los años. «Al principio fue una absoluta fascinación. Llegué incluso a estar enganchado y me conectaba en cuanto podía. Actualmente internet para mí es una herramienta».
1. Por supuesto. De hecho no es que lo haya alterado, sino que le ha proporcionado a mi obra un vehículo que le permite ser.
3. En mi caso se acrecienta. Pero yo vengo del mundo de las artes plásticas y siempre he sido muy sensible a la forma de las palabras.
4. Yo creo que sí. Todo depende del talento del creador, de su dominio de los recursos y que no se pierda en fuegos artificiales vacíos.
5. Por supuesto.
6. Me parece una manera de democratizar la cultura y hacerla accesible a una cantidad de personas mayor que en cualquier otra época.
7. Yo sólo he publicado en la red.
8. Sí, siempre y cuando el control lo siga teniendo eso que llamamos «yo».
9. Depende del resultado. Si me gusta, sí; si no, no. Pero, tal como van las cosas, el control de la obra se convertirá en prácticamente imposible, por lo que es mejor no preocuparse y rezar para que aquello que se hace con nuestra obra nos guste... tanto como nos gusta lo que hacemos con la obra de los demás.
10. El futuro irá por ahí. Aunque siempre será necesario un mecanismo regulador -en este caso, «el librero»- al que acudirá el lector atraído por su prestigio, su estilo, su especialidad, su fama, su capacidad de comercialización. Es decir, que todo habrá cambiado, pero seguirá igual.
RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN (Gijón, 1971: http:bit.ly/6YQfT3, autor de novelas como La filosofía en invierno y El corrector) tiene una relación «cotidiana y grata» con internet: «Soy un convencido de la red como generadora de opinión, discurso, información, conocimiento, expectativas e incluso falacias».
1. Le respondo lo que decía Comte: «Nos guste o no, todos somos hijos de nuestro siglo», así que, por descontado, la inmersión en una era digital de algún modo ha de trasladarse a la escritura.
2. Distinguiría el momento de la escritura de la vida posterior de lo escrito. Se puede escribir como si internet no existiera, pero se me antoja difícil concebir la existencia del libro al margen de la red.
3. Sobrevive. Yo soy un enamorado de la imaginación moderna o tardomoderna, la que plasmaron Poe o Rimbaud. No creo que el sonido ni la imagen hayan logrado jamás ser tan poderosamente evocadores como las palabras de La narración de Arthur Gordon Pym o las Iluminaciones.
4. Si contribuye a lo que se desea contar, por descontado; si se emplea como un simple signo de los tiempos, me parece una boutade.
5. Sin duda, aunque todo dependerá, al final, del valor del texto matriz. El making off y la banda sonora de un texto de Sebald, de Michon o de Pamuk pueden ser fascinantes; el contexto multimedia de una novela de Coelho prefiero ignorarlo, bastante cruz es ya tener que soportarlo a él.
6. Aunque aún no tengo ningún libro en ese soporte, estamos en puertas de un cambio parecido al que pudo suponer la aparición de la imprenta. Sospecho que los nacidos en torno a los 70 del pasado siglo somos los últimos miembros de una cultura libresca en el soporte tradicional. Dicho esto, no guardo ningún recelo ante la llegada del libro electrónico. Autores y editores van a seguir siendo imprescindibles; otra cosa será el lugar que pasarán a desempeñar libreros y distribuidores.
7. No tendría inconveniente.
8. De momento, como diría Woody Allen, yo soy mi propia sobredosis.
9. Decididamente, no.
10. No me parece tan sencillo eludir la figura del editor. Vivimos en un tiempo dominado por la tentación de la copia, del eco de un eco. La tecnología ha convertido la literatura en un producto infinitamente reproducible. Una lógica perversa ha convertido también al escritor en un sujeto infinitamente reproducible. Y aunque el narrador del siglo XXI debe ser consciente de que el libro solo ya no basta, sigo creyendo en la necesidad de editores capaces de ofrecer una cultura de escritores vivos, no de simulacros, una cultura de libros únicos en una sociedad donde la excelencia cada vez importa menos.
ANTONIO RODRÍGUEZ DE LAS HERAS (Vigo, 1947: www.rodriguezdelasheras.es) estudia los fenómenos sociales y culturales (ciberantropología) de internet desde el Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III de Madrid. En 1990 recibió el Premio Fundesco de Ensayo por Navegar por la información.
1. Sin duda. La hipertextualidad y la escritura multimedia abren una manera de entender la comunicación. Si el autor las comprende bien, difícilmente puede ya desentenderse de las nuevas posibilidades.
2. En mi opinión, no.
3. No sólo hay que pensar en la asociación de la palabra con imágenes y con sonidos. Es que la palabra escrita en el soporte digital y «sostenida» en el espacio de la pantalla electrónica adquiere propiedades muy sugerentes que hay que explotar. Por ejemplo: la cinestesia, el plegado del texto... Capacidades nuevas que no tiene sobre papel.
4. Hay una visión trivial de la hipertextualidad reducida a links. La hipertextualidad es plegar el texto, una labor de «papiroflexia» del autor. Para hacer los dobleces de este texto plegado se necesitan lo que en internet llamamos links, pero desde esta perspectiva los links son mucho más que enlaces.
5. En cuanto a sonido e imagen, hay que saber encontrar el ajuste adecuado y no sólo la asociación. Por ejemplo, respecto a la imagen, las palabras hay que meterlas debajo de los detalles de la imagen, no al lado, encima o al pie, recuperando así el viejo arte de la memoria.
6. Es necesario distinguir entre libros electrónicos y digitales. Los libros electrónicos no sufren más que un proceso de digitalización desde el papel para ser contenidos y leídos en un artefacto electrónico o e-book. En cambio, un libro digital se escribe desde un principio en y para la pantalla, explotando las posibilidades que ofrece el soporte digital y la pantalla electrónica. Escribí el primer libro digital en 1987 (Por la orilla del hipertexto), y, en esa misma fecha, uno de contenido académico. Y de los últimos años tengo Los estilitas de la sociedad tecnológica.
7. De hecho, el libro Navegar por la información tuvo previamente su versión digital, bajo el título Por la orilla del hipertexto.
8. El ser humano es homo proteticus y homo extraversus.
9. Sólo lo ensayo, y potencio, en estos momentos con mis alumnos de doctorado, y para trabajos académicos, en espacios wiki.
10. El modelo de negocio de la industria cultural irremediablemente está cambiando. Es inútil apuntalarlo. En la red habrá cada vez más la necesidad de espacios de confianza, es decir, lugares en donde tienes seguridad de fiabilidad. Este espacio será ocasión para la emergencia de nuevas figuras y agentes, aunque en nada parecidos a los intermediarios de este lado de la pantalla.
1. No la ha alterado porque desde que comencé a escribir en 1996 he estado bajo la influencia de lo digital, de la fragmentación, de los estímulos simultáneos, de la rapidez, de la música y la literatura como medio de expresión.
2. Se puede y se hará hasta que el público de las lecturas tradicionales desaparezca, para lo que faltan muchos años. Paradójicamente, son los formatos digitales como los e-readers los que han alargado la vida de la escritura tradicional. No se imprimirá en papel, pero se seguirá escribiendo para ese sustituto del papel que es la pantalla de tinta electrónica.
3. El medio digital exige exactitud, al contrario que el mercado editorial, que exige extensión con el fin de convertir cualquier historia en una novela empaquetable. Se ha alentado así la imprecisión del discurso. El reto actual del escritor es recuperar el sentido pleno de una palabra, acrecentar la poética. La palabra adquiere también otra dimensión, la estética, al potenciarse como objeto visual y sonoro.
4. Siempre que no se recurra a otros lenguajes artísticos con meros fines pirotécnicos u ornamentales, sí me parece enriquecedor. En la literatura multimedia, cada arte debe constituir un plano narrativo que, partiendo de la misma intención y el mismo tema, contribuya a la polifonía de la obra.
5. La literatura multimedia recurre a las tecnologías actuales para escapar de las limitaciones del papel. Impacta sobre los sentidos del lector de una manera directa, no cerebral, lo que multiplica el efecto envolvente. El texto deja de predominar sobre otras posibilidades, erradicadas por la era de la imprenta, como las sonoras (oralidad, música) y las visuales (plástica, fotografía, vídeo). Pronto, con el avance técnico, se podrá experimentar con el olfato, el gusto, el tacto. Y seguiremos hablando de literatura, como arte de nuestro lenguaje, y de libro, como contenedor de ese lenguaje literario.
6. Como libros de literatura tradicional, los e-readers son formatos aún primitivos, que todavía no compiten con el códice. Son incunables que se perfeccionarán y bajarán de precio. Por motivos profesionales he probados varios. No he comprado ninguno. Sin embargo, suelo descargar libros de varias bibliotecas virtuales. Para la literatura multimedia, mucho más compleja por ser más que texto, todavía no existe una plataforma portátil. He publicado la novela multimedia Tierra de extracción, que se puede descargar en el ordenador o navegar en red.
7. Como escritor híbrido concibo algunas obras con un lenguaje que se soporte en el códice, mientras que otras las concibo con una retórica hipermedia pensada para el ciberespacio y que no pueden alojarse solo en papel. Las primeras deben bailar la danza del sistema editorial actual: encontrar editor y distribuidor, llenar un espacio en librerías, con suerte incursionar en Amazon como e-book. Las segundas, experimentales y artísticas, prescinden de intermediarios y se publican en red, en tiempo real.
8. Hace mucho que convivimos con sustancias, legales e ilegales, que estimulan las capacidades cerebrales, y que la mayoría de la gente, entre la que me incluyo, usamos. Cuando exista una necesidad real, no creo que nadie dude en implantarse lo que haga falta, con tal de mantener su statu quo. No hablo de salvar la vida. Hablo de cosas tan cotidianas como retener el puesto de trabajo.
9. Si parte de mi intención artística es convertir al lector en coautor, sí. Lo experimenté en La huella de Cosmos, una novela colectiva y multimedia que dirigí en 2005. Hay grados de interacción, desde las cerradas, en que el lector elige cómo y qué lee, hasta las totalmente abiertas, en que la obra muta constantemente con las acciones de sus visitantes.
10. Creo que el distribuidor ha muerto y que el editor agoniza. El editor actual es escabrosamente conservador y también morirá si no se replantea su rol. Existirán vendedores virtuales y quizás se conforme una figura intermedia entre autor y vendedor, siempre que su gestión aporte un valor añadido. Esta nueva figura la podrían asumir las sociedades de autores, si no estuvieran sumidas en un pensamiento retrógrado y persecutorio. Caiga quien caiga, no hay por qué llevar luto. El creador seguirá creando y el lector, leyendo.
1. Internet ha alterado la forma de leer de una buena parte del público. Muchos universitarios leen y escuchan permanentemente conectados a Google y a Wikipedia (y al correo electrónico, me temo).
2. Si las novelas están ambientadas en el presente (ese presente que admite un arco temporal de unos diez años), eso es imposible. Es muy difícil que alguno de los personajes no tenga correo electrónico o encuentre alguna clase de información a través de la red.
3. No sé. Con un amigo músico, Dan Kaplan, hemos hecho experimentos con poemas míos: yo recito y él pone la música de fondo. Para las lecturas públicas suele funcionar muy bien. Pero un buen poema debe resistir la lectura a palo seco.
4. Los links me parecen útiles cuando se trata de información general (periodística, histórica, científica), pero me parece un error cuando se trata de literatura. La literatura con links me suena a una especie de literatura romántica para androides.
5. Una buena novela debe prescindir de toda clase de apoyos musicales, visuales o acústicos. Ahora bien, otra cosa son los experimentos multimedia. Pero no olvidemos que hace 30 años no había nada más novedoso que los experimentos de los telquelianos parisinos, y ahora ya no queda nada de todo aquello, a no ser algunos personajes fantasmagóricos y patéticos de Roberto Bolaño.
6. Los libros electrónicos me gustan como una especie de biblioteca incorpórea, para tener todas las cartas de Stevenson o todos los poemas de Whitman en el mismo espacio que ocupa una mota de polvo en mi estantería.
7. Muy poca gente compra novedades en la red. De momento, eso no funciona.
8. ¿Existe ya la viagra cerebral? Seguro que me hace mucha falta, porque no me había enterado.
9. No, para nada, aunque no me atrevo a decir lo que haría si la co-autora fuera Scarlett Johansson.
10. Algún tipo de filtro siempre es necesario. Me da miedo la idea de que mi editor sea una computadora como Hal en 2001, atendiendo los pedidos desde algún punto del ciberespacio. Preferiría tener un editor tradicional que fuera al mismo tiempo mi librero virtual. Si eso es posible, creo que es la mejor solución.
Jesús Ferrero (Zamora, 1952: http:bit.ly/8FpHsV), autor de novelas como Bélver Yin o ensayos como Las experiencias del deseo. Eros y misos, Premio Anagrama 2009, tiene una relación directa y habitual con internet: «Escribo libros, pero también escribo directamente para internet en mi blog y en las redes sociales».
1. La va a alterar en todos los aspectos y muy especialmente en la extensión del discurso, el orden de los contenidos y la argumentación.
2. Sí, pero cada vez es más difícil.
3. Todo depende del emisor. Determinados discursos, determinados relatos, pueden adquirir en internet un fulgor extraño, que está decididamente más allá de los libros.
4. Desde luego que sí, al margen de que es muy divertido.
5. Sí, y no lo veo tan difícil. Ya es perfectamente posible.
6. Se trata de un buen invento que te permite viajar con una buena biblioteca encima. Pero no nos engañemos, un ordenador es ya en sí un libro, además de muchas otras cosas.
7. No, porque ya escribo literatura directamente para internet y porque mi próxima novela está todavía concebida para la galaxia Gutenberg.
8. Sí. Aunque estoy más dispuesto a la revolución genética.
9. El lector siempre interviene en la obra. ¿Qué sería de El banquete de Platón sin la intervención de generaciones y generaciones de lectores? Pero yendo más al grano: sería partidario de la intervención del lector en algunas obras y en otras no.
10. Me parece una idea que no tardará en materializarse (los blogs ya son eso). Tampoco tardará en materializarse la idea de que la novela-libro, o novela concebida para ser leída en libro, tiende a desaparecer.
La relación de Susana Fortes (Pontevedra, 1959, http:es.wikipedia.org/wiki/Susana_Fortes, autora de novelas como Esperando a Robert Capa, Premio Fernando Lara) con internet es «de amor-odio, como cualquier relación de conveniencia»: «Utilizo el correo electrónico diariamente, leo los artículos que me interesan de la prensa internacional, hablo por el skype con Copenhague o Maputo y consulto datos digitalizados de bibliotecas y archivos cuando puedo. Pero no tengo un blog (no estoy dispuesta a trabajar gratis), ni me interesan Facebook ni otras redes sociales. También blasfemo en arameo cuando me harto de tanta realidad virtual».
1. El cine ha cambiado nuestra manera de contar. No escribimos igual ahora que en el siglo XIX, así que supongo que el mundo digital también acabará afectándonos. El único problema, con internet o sin internet, será contar buenas historias. Un asunto peliagudo, pero tan antiguo como la humanidad.
2. Supongo que sí. Hay muchos escritores que lo hacen.
3. La palabra tiene un poder de sugestión increíble. Hoy por hoy es el instrumento narrativo más poderoso para reflejar no solo la acción, sino también el pensamiento, cosa que con recursos exclusivamente visuales está más complicado.
4. No lo he hecho nunca.
5. Nunca me lo he planteado.
6. Opino que tienen grandes ventajas. Un cacharro que sólo pesa 300 gramos y que puede albergar miles de libros es un gran invento. Todavía no tengo el kindle, pero no tardaré mucho. Lo que no creo es que sustituya al libro de papel. Uno y otro convivirán sin grandes problemas. Peor lo tienen los periódicos en papel.
7. Una vez que la cuestión de los derechos esté resuelta, no veo el problema.
8. No entiendo la pregunta. ¿Qué implantes son esos?
9. Ni de coña, vamos. Hasta ahí podíamos llegar.
10. Le tengo cierto cariño a los libreros de toda la vida y a algunos editores. No me gustaría que desaparecieran del mapa. Sobrevivirán los que sean capaces de adaptarse a los cambios y los que sepan batallar con inteligencia para que el futuro no les pase por encima. Así es la vida.
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